La apertura de un centro cultural y la participación de 31 galerías de arte han provocado la visita de más de 25 mil personas en cinco días. ¿Cuál es el panorama cultural en Granada?
Domingo 09.03.25
IDEAL
ARIEL ROJAS
Las instituciones o entidades tienen ya su propio centro cultural. La Universidad, los suyos; el Ayunta- miento, el centro Gran Capitán y otros; la Diputación, el Palacio de los Condes de Gabia; la Junta, los suyos; Fundación pública Rodríguez Acosta; la Fundación CajaGranada y el Centro de la Memoria de Andalucía, el Cubo de hormigón, adqui- rido para la Ciudad de la Justicia. Unicaja construye el suyo en el edificio Rey Soler. Caixabank parece que no termina de implicarse con su propio socio y accionista Caja Granada y hace obra social por su cuenta y, Caja Rural, otra fundación.
La iniciativa privada es escasa: unas cinco galerías de arte. Nadie se quiere implicar en compromisos estables que requieren, además, convenios complicadísimos, gestiones infinitas y frustrantes. La Ley de contratos hace las tramitaciones eternas. Todo está tan encorsetado que acabamos tirando la toalla. Y Dios te libre de acometer obras, sobre todo.
Hablamos en este caso de un edificio de una calidad excepcional, en el que el éxito corresponde a la arquitectura: el equilibro de la luz, el jardín y el paisaje. Ese arte compendio de otros: la pared de cristal que dialoga con la casa y el Mauror, la sala de entrada, la fuente embutida en ella y el móvil flotante de Alejandro Gorafe; como su imaginación.
Ojalá que fluyan fuentes que desparramen sus aguas, pero resulta difícil al autónomo competir con instituciones que en la fijación del precio no figuran gastos de personas e inmuebles. Por ahora no hay aranceles.
Está pendiente la oferta de varias co- lecciones de arte y de patrimonio industrial ofrecidas. De otras antes aceptadas solo queda la borrosa y desteñida foto. Porque con lo se oferta como arte hay que cuidar el dinero del contribuyente. Recordemos dos subtitulares en la prensa allá por el 1992 y 1993: «El patrimonio, que costó veinte millones a la ciudad, incluye camas y objetos de escasa utilidad». «El Ayuntamiento amontona muebles, enseres y piezas de escaso valor artístico, que no sabe dónde colocar» (Amina Nasser). La periodista pagó un precio: el calificativo de «mora renegada venida a menos».
Granada es una ciudad que no termnamos de impulsarla en la dirección que a todos nos gustaría. Prácticamente no se mueve de los últimos lugares de renta per cápita, la que la sitúa de manera muy estable en el 75 por 100 de la renta nacional; el peso de la industria en nuestro PIB, que es el sector que mayor valor añadido y empleo crea, decrece y no parece que podamos enderezar esta tendencia. Pero donde unos ven una crisis, otros son capaces de alumbrar una esperanza y ésta hay quienes la cifran en el ámbito del conocimiento, la investigación, las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y en algo que nos es muy afín y querido, como es la cultura.
Los dos proyectos más ilusionantes que tenemos ahora mismo en Granada son el del acelerador de partículas, con todo lo que el mismo lleva consigo, y el de la capital europea de la cultura para el año 2031.
Cada euro que se invierte en cultura se multiplica por tres, nos dicen los especialistas que han elaborado un estudio para la Universidad de Granada, y a este carro tenemos que apuntarnos con fe y con recursos. Pero no tanto a la cultura que se exhibe en un escaparate para atracción y consumo de los visitantes, sino como parte de nuestro propio alimento, como algo que nos hace más conscientes, más ciudadanos, más libres.
Vienen bien aquellos versos de Gabriel Celaya que tan emocionadamente nos descubrió Paco Ibáñez:
«Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse».
En la feria del arte vivida en el barrio del Realejo en justicia hay que mencionar la dirección y una organización prácticamente anónima. Vosotras y vosotros: unas 50 voluntarias (los hombres han sido muy escasos). Idealistas empresarios en el arte. El remanso de agua clara, pura y cristalina de unos críos que han jugado al ajedrez y estampado imágenes; ellos son nuestra esperanza. Y los visitantes. Se ha puesto apenas un grano de are- na en esa inmensa playa con horizonte que es el futuro cultural de Granada, pero se necesita que cemente la multitud de excelentes iniciativas dispersas que se observan a nuestro alrededor. Y hasta, tal vez, no se eche de menos la ayuda del sector financiero, que en gran parte se perdió con la dilución de la Caja de Ahorros de Granada, y la ayuda de las instituciones públicas que administran nuestros recursos.
Y quedan los artistas (si yo lo fuera sentiría miedo). Algunos de ellos pretenden dormir sobre la almohada de un espacio en blanco que rellenar y la necesidad de tener un público.
Se critica, criticamos, pero es desanimante acudir a una exposición y apreciar el bajo índice de visitas. Y no digamos la diaria presentación de libros que a veces se encuentra el autor solo con su familia. ¿Estamos cansados de ver imágenes? Y eso que ya hemos conseguido con creces el deseo de Don Gregorio, maestro republicano de ‘La lengua de las mariposas’: «Si conseguimos que una sola generación, una sola generación, crezca libre en. España... ya nunca se les podrá arrancar la libertad».
Los promotores del proyecto de capitalidad cultural nos dicen que esta no se logrará recurriendo a nuestro pasado, a nuestra historia, a nuestro patrimonio, sino mirando al futuro, a lo que queremos hacer, a donde queremos irse implicando en ello a toda la sociedad, no solamente a sus instituciones públicas y a la iniciativa privada.
Todos debemos de recapacitar crítica- mente, con la idea de perfección, de selectividad, olvidándonos de las instituciones y, ayuda pública, con criterio de profesionalidad y de rentabilidad, abriendo puertas, pero las puertas tienen bisagras y se pueden cerrar.
De verdad creemos que lo interesante es aportar, lo poco o lo mucho que esté en nuestras manos. Estemos seguros de que algo queda. El mundo nos sobrepasa... al menos a mí.